Entre el sábado y el lunes
Entre ofrecer unas
pocas nueces o comerlas con vergüenza.
Aquí habito.
Entre la falda o el
pantalón.
Pelo corto o pelo
largo.
Entre el moño o la
cola.
Entre quererte u
odiarte.
Los sábados por la
noche
por no saber entre
qué y qué quiero estar
me quedo en el umbral
de la puerta de casa.
Soy una biga que
sostiene sus partes
en diagonal.
Así me duermo.
Entre el game over de
la playstation del vecino de al lado
y el silencio morboso
de la escalera.
El lunes cuando llega
el cartero me despierto.
Pregunta por mi padre.
Trae un nuevo
accesorio para su móvil.
Lo firmo y cuando me
da las gracias dice:
Estabas durmiendo en
diagonal en el umbral de la puerta ¿Lo sabías?
El martes
se esfuma la pereza
del lunes
y súbitamente
aparecen las ganas.
Suena I love you baby al pasar por la tienda de souvenirs
y ya baja una la
cuesta empinada con otra tesitura.
A los ferrocarriles
suben las chicas
perfectas, rubias,
esbeltas
de Valldoreix, St.
Cugat y Volpelleres
mientras suena Girls just wanna have fun en M80 radio.
Al día siguiente hay
que lubricar los pies con pomadas homeopáticas.
Se quejan -queremos
correr en línea recta.
No en círculos, como
los demás-.
Oliendo a lavanda
todo el día
se cree una especial.
Vienen los sueños,
las ilusiones.
Vienen y,
aunque parece que sí,
nunca se van.
Porque el jueves
entre el cansancio y
las ganas de avanzar,
entre la ausencia de catapultas
y el ruido
insoportable de los que avanzan por el carril de la derecha
se me ocurre acelerar.
Despierto con I still standing los viernes.
Cuando acaba,
nada .
Entre ese nada y el
no saber lo que vendrá
me quedo en las
interferencias de los túneles
a esperar.
Y así espero que un sábado
pueda dormir en
vertical.
A que vuelvan los domingos
entre el sábado y el
lunes.
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